lunes, 24 de octubre de 2011

Cuentos de terror

El cuento de terror (también conocido como cuento de horror o cuento de miedo, y en ciertos países de Sudamérica, cuento de suspenso), considerado en sentido estricto, es toda aquella composición literaria breve, generalmente de corte fantástico, cuyo principal objetivo parece ser provocar el escalofrío, la inquietud o el desasosiego en el lector, definición que no excluye en el autor otras pretensiones artísticas y literarias.

Ejemplo:

El día de brujas

Damián y Humberto caminaban entre las lápidas y panteones del cementerio.

- Justo hoy nos mandan pintar el muro de este cementerio - comentó Damián - ¡Bueno! Yo
no creo en nada, ¡pero justo hoy!
- ¿Y que tiene de especial hoy? - preguntó Humberto.
- ¡Humberto! ¿Dónde vives? ¿En la luna? ¡Hoy es el día de halloween, el día de brujas.
- ¡Ah! No me acordaba. Pero mismo, justo hoy… - Humberto echó un vistazo a su alrededor.

Por un momento los dos miraron hacia todos lados. Densas nubes oscuras, habían ocultado
al sol durante todo el día. De un instante a otro, el cementerio les pareció mas lúgubre. Un
trueno que llegó desde lejos los hizo estremecerse. Humberto señaló hacia arriba con el pulgar.

- Si empieza a llover nos vamos ¿No?
- Sí, pero hasta que no llueva tenemos que seguir. En cualquier momento puede caer el capataz,
y no soy santo de su devoción; así que a trabajar - le contestó Damián.

Mientras pintaban el muro, tenían el cementerio a su espalda, así que cada tanto volteaban y
buscaban con la vista; no sabían qué.

- Se te está chorreando - observó Damián - No cargues tanto el pincel.

Como Humberto trataba, con rápidas pinceladas, de emparejar su trabajo, y Damián lo vigilaba,
sin dejar de hacer el suyo; por un largo rato no voltearon.
Un trueno los estremeció nuevamente, distrayéndoles de su trabajo por un instante.
Voltearon a la vez, y vieron algo que los horrorizó.


Cientos de fantasmas se desplazaban por el cementerio: caminando, deslizándose, o volando.
Atravesaban las lápidas y los panteones, surgían desde la tierra; esqueletos y cuerpos enteros,
algunos más corrompidos que otros. También algunos cráneos, cruzaban volando como
pájaros.

Un rayo calló cerca de allí, y luego comenzó a llover copiosamente. A esa altura los dos
estaban contra el muro, uno al lado del otro. Damián rezaba tartamudeando, Humberto
sólo repetía: - ¡No puede ser, no puede ser!
En un instante los fantasmas habían desaparecido. Se miraron uno al otro y se echaron a
correr. En la salida del cementerio se cruzaron con el capataz, que al verlos tan apurados
les dijo:

- ¡Ey! ¿Que tanto apuro tienen? Por una lluviecita, ni que fueran de azúcar…

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